En la película de Luc Besson ocurre algo parecido. Besson tenía un vago recuerdo de una teoría obsoleta del uso de la capacidad cerebral del ser humano; pero, al fin de cuentas, en materia cinematográfica no es tan importante.
En las películas de súper héroes podemos aceptar que la mordedura de una araña radioactiva transforma a Peter Parker en el Hombre Araña; que una bomba de rayos gamma bipolariza a Robert Bruce Banner en Hulk; de tal manera, que sería perfectamente factible que una sobredosis masiva de la droga CPH4 intensificara la capacidad cerebral de Lucy, la protagonista, hasta obtener poderes insospechados.
No voy a negar que hay secuencias que son maravillosas, como el pasar de imágenes a través del tiempo desde la actualidad hasta la formación del universo o el simple hecho de mirar a Scarlett Johnansson. Por ellas, vale la pena ir a verla sobradamente.
No voy a dejar pasar por alto, que algunos caracteres están muy bien dibujados dentro del comic como la banda de Koreanos; pero otros quedan muy mal parados, especialmente, Morgan Freeman. Sí, así como lo oye.
Lo que resulta muy extraño, y es lo que deprecia a la película con mayor fuerza, son las reflexiones filosóficas que se incorporan - sin la ayuda del CPH4 - y que pretende llevar el argumento:
“Una estudiante norteamericana en Taipei es atrapada por unos gansters Koreanos y forzada a transportar una nueva droga sintética a Europa, pero al romperse una bolsa de droga dentro de su cuerpo, se expone a una dosis masiva que dota a Lucy de mayor control cerebral y ello le otorga poderes sobrenaturales. Lucy pretende recuperar la droga que trasiegan otras mulas, con el propósito de poder salvo guardar todo el conocimiento de la humanidad en una llave cuántica”,
al siguiente plano discursivo:
“Al adquirir toda la capacidad cerebral y el conocimiento seremos Dios”.
La telaraña entre el argumento y el tema no la puede desmarañar ni Peter Parker.
Besson quedó anonadado con El Árbol de la vida de Terrence Malick, con Odisea en el Espacio de Stanley Kubrick, con Matrix de los hermanos Wachowsky y con un sinnúmero de películas de ciencia ficción que no alcanza la memoria para recordarlas, incluida Inception, y pretende hacernos pasar un bodrio como una suculenta sopa filosófica o teológica primigenia.
Casi todos en el cine advierten el truco. Quienes no, al igual que Besson, aceptna como cierta la premisa del uso del 10% de la capacidad cerebral, entran en la maraña y se tragan todo el cuento.
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